La población mundial sigue creciendo a gran ritmo y cada vez es más difícil alimentarla recurriendo a las fuentes tradicionales. Por esa razón, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) lleva tiempo promoviendo los insectos como un recurso alimenticio con alto contenido proteico y ecológicamente sostenibles. De hecho, el interés por esta nueva alternativa alimentaria es tan grande que es probable que muy pronto forme parte de nuestro grado en Nutrición y Dietética a distancia.
¿Sabías que en la actualidad se consumen más de 1.900 especies de insectos en todo el mundo? De hecho, desde hace mucho tiempo los insectos forman parte de las dietas tradicionales de algunos países. En Asia, por ejemplo, el picudo rojo de la palmera se considera un manjar mientras que la tribu Ngando en la República Democrática del Congo se alimenta a base de orugas durante los meses de lluvia.
En Europa y América del Norte se están empezando a valorar los insectos como una fuente rica de proteínas. En enero de 2018, la Unión Europea aprobó un reglamento que considera que tanto los insectos como sus partes cumplen con los requisitos necesarios para ser considerados alimentos. Por consiguiente, se están tomando medidas para estandarizar su uso alimenticio y permitir su venta para el consumo humano garantizando su seguridad.
Hoy en día, los insectos más consumidos en el mundo son los escarabajos, seguidos por las orugas y las abejas, avispas y hormigas. Aunque en menor proporción, también se consumen saltamontes, langostas y grillos, entre otros, según datos aportados por la propia FAO.
Comer insectos, una práctica que se conoce como entomofagia, puede aportar varios beneficios a la salud:
Los insectos son una fuente de proteínas y nutrientes de alta calidad. De hecho, la Sociedad Entomológica de Estados Unidos señaló que las orugas, termitas, saltamontes, arañas, moscas y gorgojos son fuentes de proteínas mejores que la carne de pollo, cerdo, cordero y vacuno.
Algunos insectos pueden llegar a tener el 70 % de valor proteico, de manera que en el futuro podrían ser un complemento alimenticio ideal para combatir la desnutrición. Además, muchas de estas especies contienen niveles elevados de ácidos grasos, los cuales son particularmente beneficiosos para nuestro organismo, en especial para el funcionamiento del cerebro.
Los insectos no solo son ricos en proteínas, también pueden aportarnos una gran cantidad de fibra, la cual contribuye al buen funcionamiento intestinal, reduce el colesterol y previene el cáncer de colon. De hecho, contienen entre un 4 y 10 % de quitina, la cual actúa como fibra insoluble y tiene propiedades antioxidantes.
Comer insectos podría aportarnos además una gran cantidad de micronutrientes, desde hierro, cobre y magnesio hasta fósforo, manganeso, selenio y cinc. La FAO señaló que apenas 100 gramos de orugas podrían proporcionarnos todos los nutrientes y gran parte de la energía que necesitamos a lo largo de una jornada.
La mayoría de las dietas occidentales no prevén la entomofagia, razón por la cual solemos desconfiar de la misma. Sin embargo, lo cierto es que comer insectos es bastante seguro para la salud.
La FAO indica que hasta el momento no se conocen casos de transmisión de enfermedades o parásitos a humanos. De hecho, comer insectos nos expondría menos a las enfermedades zoonóticas; o sea, aquellas que se transmiten de los animales a las personas.
Obviamente, el consumo de insectos es seguro cuando se contemplan todas las condiciones de higiene al manipularlos. No obstante, cabe aclarar que la entomofagia no elimina el riesgo de sufrir alergias. En algunas personas, la ingesta de insectos puede provocar síntomas similares a los que produce la alergia a los crustáceos.
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