La ansiedad y la depresión son dos de los trastornos por los que más se acude a terapia. Según la Organización Mundial de la Salud (2023), se estima que el 5 % de la población mundial adulta padece depresión. A este trastorno le siguen los trastornos de ansiedad, padeciéndolo el 4 %.
Estas patologías se pueden manifestar de forma separada, pero también conjunta, dando lugar al trastorno mixto de ansiedad y depresión (CIE-10), comúnmente llamado trastorno ansioso depresivo.
Para tratar de gestionar y poner solución a estos síntomas, se recomienda acudir a profesionales de la salud mental. Si quieres convertirte en uno de ellos y contribuir a la recuperación social y emocional de los pacientes, en la Universidad Europea tienes una amplia oferta de masters en Psicología, como el Máster en Psicología General Sanitaria online y sus opciones presenciales en Madrid, Valencia, Alicante y Canarias.
Como ya hemos adelantado, en el trastorno mixto de ansiedad y depresión prevalecen los síntomas de depresión y ansiedad, siendo estos últimos los más intensos.
Cuando los síntomas de ansiedad y depresión son lo suficientemente graves como para justificar diagnósticos individuales, ambos trastornos deben diagnosticarse por separado y no utilizar esta categoría.
Estos trastornos comparten características como el dolor emocional, la irritabilidad, el bajo estado de ánimo o la baja autoestima. Esto provoca que, en ocasiones, una situación de ansiedad prolongada pueda desencadenar depresión y viceversa.
No obstante, en algunos casos, los síntomas aparecen simultáneamente, con niveles moderados de ansiedad y depresión, acompañados de angustia, preocupación excesiva y alteraciones en el sueño, entre otros.
Se han identificado varias causas que podrían dar lugar al trastorno mixto de ansiedad y depresión, como desequilibrios químicos cerebrales y predisposición genética. Sin embargo, a menudo, es difícil identificar un solo elemento desencadenante. Entre algunos de los factores de riesgo más habituales, se encuentran:
Los encargados de diagnosticar si un paciente padece trastorno ansioso depresivo son los profesionales de la psicología. Existen diferentes caminos para llegar a ser psicólogo y ejercer como tal en distintas ramas de la psicología, pero para trabajar como psicólogo sanitario es necesario contar con un máster especializado.
Para llegar a un diagnóstico preciso, estos profesionales deben realizar una evaluación detallada que incluya la historia clínica del paciente y una evaluación de los síntomas que presenta. Además, es importante tener en cuenta las similitudes y diferencias entre ansiedad y depresión para poder interpretar los síntomas correctamente.
Para que se considere que el paciente padece trastorno ansioso depresivo, debe haber un estado de ánimo disfórico persistente, acompañado de algunos de los siguientes síntomas:
A partir de la sintomatología del paciente y del nivel de gravedad, se deberá elaborar un tratamiento personalizado. Entre las terapias más utilizadas, se encuentran la terapia cognitivo-conductual.
El objetivo de la terapia cognitivo-conductual es que el paciente reduzca su nivel de activación fisiológica con técnicas como la relajación o la psicoeducación. Uno de los primeros pasos para abordar el trastorno ansioso depresivo es reconocer y comprender cómo manejar las emociones para mejorar así el estado de ánimo del paciente.
Asimismo, se utilizan técnicas como la reestructuración cognitiva para intentar modificar algunas creencias o pensamientos que puedan estar manteniendo el problema.
En algunos casos, además, es posible que el profesional médico decida recurrir al uso de medicamentos, como antidepresivos y ansiolíticos, para tratar el trastorno ansioso depresivo.
Entre las funciones de un psicólogo general sanitario, están las de diagnosticar y tratar este tipo de trastornos, así como acompañar al paciente en su camino hacia la recuperación. Sus conocimientos son necesarios para determinar cuál es el mejor enfoque en cada caso y cómo llevarlo a cabo.
La recuperación del trastorno mixto de ansiedad y depresión varía de una persona a otra, pero con el tratamiento adecuado y el apoyo de los profesionales de la psicología es posible mejorar la calidad de vida de los pacientes.