
Desde los primeros meses de vida, el cuerpo humano comienza a desarrollar habilidades clave para interactuar con el entorno. Es lo que conocemos como psicomotricidad, y engloba un amplio abanico de destrezas que nos permiten movernos, explorar el mundo, aprender y comunicarnos.
En la infancia, cuando el desarrollo es más intenso y rápido, comprender cómo se estructura la psicomotricidad es fundamental para detectar posibles dificultades y aplicar intervenciones efectivas a tiempo. Una formación especializada, como el Curso en Atención Temprana de la Universidad Europea, ofrece las herramientas necesarias para identificar y estimular las diferentes áreas del desarrollo psicomotor en la infancia.
Existen dos tipos principales de psicomotricidad, la psicomotricidad fina y la gruesa. En este artículo veremos sus características, las diferencias entre una y otra y las diferentes maneras de trabajarlas.
La psicomotricidad es la relación entre el movimiento y los procesos psíquicos. Abarca tanto la dimensión física (el control y coordinación del cuerpo) como la emocional y cognitiva. En la infancia, esta interacción cobra especial importancia, puesto que los niños conocen el mundo, fortalecen su autoestima y desarrollan su autonomía a través del cuerpo.
La estimulación psicomotriz favorece el desarrollo integral del menor: mejora el equilibrio, la coordinación, la lateralidad y la percepción espacial. Además, está estrechamente relacionada con otras áreas del aprendizaje, como el lenguaje, la lectoescritura o las habilidades sociales.
Para promover el desarrollo psicomotor desde edades tempranas, el primer paso es entender las diferencias entre psicomotricidad fina y gruesa, para después trabajarlas con estrategias eficaces.
Como ya hemos adelantado, existen dos tipos principales de psicomotricidad: la motricidad fina y la motricidad gruesa. Aunque ambas forman parte del mismo sistema, existen diferencias claras entre ellas, tanto en las funciones que desempeñan como en las habilidades que involucran.
La psicomotricidad gruesa abarca movimientos amplios que implican grandes grupos musculares. Está directamente relacionada con la coordinación general de todo el cuerpo, y es necesaria para desempeñar las siguientes actividades:
La psicomotricidad fina, por el contrario, se centra en movimientos más precisos y delicados, que requieren de coordinación mano-ojo y de un control muscular más específico. Algunas habilidades relacionadas con la motricidad fina son:
Normalmente, el desarrollo de las habilidades psicomotrices que hemos descrito se produce de forma natural, a través de la interacción con el mundo. No obstante, algunos niños presentan ciertas dificultades psicomotrices. Detectarlas a tiempo puede ser decisivo para su bienestar y rendimiento futuro, y puede hacerse atendiendo a señales como las siguientes:
Ante cualquiera de estos signos, es fundamental consultar con profesionales especializados. Una evaluación a tiempo permite diseñar intervenciones adecuadas que favorezcan la evolución del niño o la niña.
Dado que el entorno juega un papel clave en el desarrollo psicomotor, la mejor forma de que los niños trabajen las habilidades psicomotoras es a través del juego y la interacción con otras personas. Algunas estrategias útiles para estimular ambas áreas psicomotrices son:
La dificultad de las diferentes actividades de psicomotricidad infantil puede adaptarse a la edad y el nivel de desarrollo de cada niño o niña. Además, por lo general, estas dinámicas no solo estimulan el cuerpo, sino también la imaginación, la concentración y la cooperación.
Comprender las diferencias entre psicomotricidad fina y gruesa es esencial para favorecer el correcto desarrollo de los niños. Ambas áreas son complementarias y fundamentales para el aprendizaje y la autonomía del niño.
Quienes deseen especializarse en desarrollo infantil y en terapia psicomotriz deben buscar una formación que combine conocimientos teóricos y herramientas prácticas. El Curso en Atención Temprana, por ejemplo, enseña los principios básicos de la psicomotricidad y ayuda a desarrollar habilidades clave para la intervención, como las siguientes:
Por su parte, el Curso en Neuropsicopedagogía de la Universidad Europea aborda la psicomotricidad desde la perspectiva neuroeducativa, teniendo en cuenta los procesos cerebrales relacionados con el aprendizaje. Trabaja las etapas del desarrollo sensoriomotor y enseña a detectar alteraciones y diseñar intervenciones que favorezcan la madurez neurológica y estimulen las funciones ejecutivas.
Estos son solo dos de los muchos cursos de Educación que ofrece la Universidad Europea y que ayudan a especializarse en intervención educativa y acompañamiento a la infancia.