Casi todas las personas experimentan un evento con potencial traumático en algún momento de su vida, ya sea un accidente de coche, la pérdida de un ser querido o un desastre natural. Aunque esa situación puede desestabilizarnos psicológicamente provocando una gran angustia, la mayoría logramos recuperarnos tras un periodo de tiempo relativamente corto, gracias a la resiliencia. Sin embargo, algunas personas no logran superarlo y desarrollan algún tipo de trauma psicológico. En esos casos, la psicoterapia es una alternativa de primera elección para aliviar los síntomas y mejorar su calidad de vida.
El trauma es el resultado de la vivencia de acontecimientos con elevada carga psicológica, con potencial dañino, pudiendo producir un daño duradero, afectando la salud mental de quien lo padece. Suele ser la consecuencia de la exposición a situaciones adversas que vivenciamos como demasiado estresantes y amenazadoras, de manera que sobrepasan nuestros mecanismos de afrontamiento y recursos disponibles.
Sin embargo, no existen únicamente los traumas agudos, aquellos desencadenados por episodios puntuales. También hay traumas acumulativos o crónicos, los cuales se producen cuando nos exponemos sistemáticamente a situaciones que no somos capaces de gestionar y nos sumen en un estado de angustia permanente.
Además, existen traumas complejos, que se generan cuando nos exponemos a diferentes eventos traumáticos, generalmente, concentrados en un breve periodo de tiempo. Y ni siquiera es necesario que experimentemos directamente un evento traumático. El trauma vicario o secundario es otro tipo de trauma emocional que se produce cuando estamos en contacto con alguien que ha sufrido un evento traumático.
Cabe aclarar que los tipos de traumas psicológicos también se pueden catalogar en función de la acción o suceso que los ha provocado, como los sucesos violentos, el duelo, los accidentes, el abuso sexual, los traumas en la infancia, el maltrato físico y psicológico o los desastres naturales, entre otros.
Tras sufrir un episodio con potencialidad traumática, es habitual que experimentemos lo que se conoce como flashbacks; o sea, recordar lo ocurrido una y otra vez, como si lo viviéramos de nuevo. Este es un síntoma clave del trastorno por estrés postraumático. No obstante, en algunos casos el shock puede ser tan intenso que se activa un mecanismo de disociación y nuestro cerebro borra lo ocurrido, aunque ello no significa que no deje huellas que se manifiestan como síntomas psicológicos y físicos:
Cuando el trauma no se trata, puede terminar provocando cuadros de ansiedad, depresión o, incluso, trastornos, como el trastorno por estrés postraumático o el trastorno de adaptación. También es habitual que la persona se aísle y evite las actividades sociales.
Por suerte, existen diferentes tratamientos que pueden ayudar a las personas a superar un trauma psicológico. La terapia cognitivo-conductual, por ejemplo, es una de las corrientes psicológicas que mayor eficacia han demostrado en el tratamiento del trastorno por estrés postraumático. Para ello, se utilizan técnicas de psicoeducación, desensibilización sistemática, exposición y reestructuración cognitiva, entre otras.
No obstante, los terapeutas también pueden recurrir a técnicas de tercera generación, como las terapias basadas en mindfulness y el Eye Movement Desensitization and Reprocessing (EMDR) para fomentar el procesamiento, aceptación e integración de los recuerdos traumáticos en la historia de vida de cada paciente.
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