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En la práctica de la psicología forense, los sesgos cognitivos suponen un reto significativo. Estos patrones sistemáticos de desviación del pensamiento objetivo pueden tener un impacto profundo en los conflictos legales y las decisiones judiciales.
En este artículo explicamos qué son los sesgos cognitivos, cómo afectan a las evaluaciones psicológicas en el ámbito legal, y cómo pueden prevenirse.
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Un sesgo cognitivo es una tendencia sistemática del pensamiento basada en factores subjetivos, muchas veces inconscientes. Como resultado, se puede distorsionar la interpretación de la información y llegar a conclusiones incorrectas. En el ámbito forense, estas percepciones erróneas influyen en las evaluaciones psicológicas y pueden comprometer la objetividad de las decisiones judiciales.
Los sesgos cognitivos son un patrón común en el pensamiento humano. Sin embargo, en el ámbito forense-judicial, deben vigilarse con atención para evitar que afecten a la objetividad del sistema y a las vidas de las personas. Los sesgos más comunes que hay que evitar son los siguientes:
Implica la tendencia a buscar, interpretar y recordar información de manera que confirme las creencias preexistentes, ignorando aquella que contradice estas ideas. En la psicología jurídica forense, esto puede conducir a la interpretación selectiva de pruebas que respalden hipótesis previas.
Se da cuando la información más accesible tiene un peso excesivo en la toma de decisiones. Puede tratarse de información más reciente o prominente en la memoria. Afecta a la valoración de la evidencia basándose en su accesibilidad más que en su relevancia.
Ocurre cuando se da demasiado peso a la primera información recibida (el "ancla"). Puede influir en la fijación de expectativas iniciales que sesgan la interpretación de pruebas adicionales.
Sucede cuando las expectativas o creencias personales influyen en la interpretación de la información. Puede distorsionar la percepción de la credibilidad de los testigos o la interpretación de declaraciones.
Dada su condición de subjetividad, los sesgos cognitivos pueden afectar a las evaluaciones psicológicas. En el ámbito forense, pueden llevar a conclusiones incorrectas. Por un lado, la interpretación sesgada de indicadores conductuales puede distorsionar la evaluación del estado mental y emocional de los individuos implicados. Por el otro lado, los sesgos pueden influir en la percepción de la coherencia y veracidad de los testigos.
Para impedir que los sesgos cognitivos se introduzcan en las valoraciones psicológicas y los fallos judiciales, puede recurrirse a varias soluciones.
El primer paso para reconocer los sesgos cognitivos es saber cuáles son y por qué se producen. Muchas formaciones oficiales cuentan con asignaturas dedicadas a la deontología y la ética donde se abordan estos aspectos. Además, existen talleres y cursos especializados que trabajan los retos específicos de la práctica forense.
Los procesos de supervisión y revisión donde participan varios profesionales son muy útiles para evitar los sesgos cognitivos. Cuando se contrastan las opiniones de distintos especialistas, se mejora la objetividad de la evaluación. Para que estas evaluaciones conjuntas sean eficientes, se recomienda reforzar la diversidad del grupo de evaluadores.
Las herramientas estructuradas y estandarizadas minimizan la influencia subjetiva en la evaluación psicológica. Estos métodos proporcionan un marco objetivo que ayuda a los profesionales a separar sus percepciones personales de los hechos del caso. Sin embargo, muchos de estos métodos psicométricos pueden tener sus propios sesgos.
Como hemos visto, las evaluaciones psicológicas son un instrumento clave del sistema judicial. Para que sean justas y exactas deben estar libres de prejuicios y opiniones subjetivas. Por eso, es muy importante que el psicólogo forense tenga capacidad para reconocer y mitigar sus sesgos cognitivos. Cuando no es así, se pone en juego la integridad del proceso legal y la imparcialidad en la aplicación de la ley.
Para evitar el impacto de los sesgos cognitivos, pueden aplicarse medidas correctoras y preventivas. Entre estas, se encuentran la diversidad de evaluadores, la aplicación de métodos estructurados y la formación de los profesionales.
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