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La medicina ha evolucionado a la par que la tecnología, alimentándose de sus descubrimientos para desarrollar nuevos instrumentos de diagnóstico e intervención que agilicen la práctica clínica y mejoren el pronóstico de los pacientes. En nuestro Grado en Ingeniería Biomédica exploramos la aplicación de los avances tecnológicos a la medicina y la salud, analizando desde los biomateriales hasta la nanotecnología y la robótica, pero ninguno de esos progresos sería posible sin la electromedicina.
En sus orígenes, la electromedicina se definió como la aplicación de la electricidad al ámbito de la medicina. Sin embargo, a medida que la tecnología ha ido evolucionando, esta disciplina ha ampliado sus horizontes para aprovechar mejor la energía basada en la interacción de las partículas cargadas en los procesos de diagnóstico y tratamiento.
En la actualidad, la electromedicina es una disciplina que se encarga de promover el cuidado de la salud usando la tecnología sanitaria. Utilizando los conocimientos y principios de una amplia gama de ciencias, desde la electrónica hasta la física, la informática, las matemáticas y, por supuesto, la biología, hace posible el diseño, la fabricación y el uso de equipos eléctricos destinados a uso médico.
La electromedicina está presente prácticamente en todas las actividades cotidianas que se llevan a cabo en los hospitales y centros de salud. La monitorización de los signos vitales y la asistencia temporal a los órganos, por ejemplo, se realizan gracias a equipos de electromedicina como los monitores de apnea, electroencefalógrafos, capnógrafos, pulsioxímetros o las unidades de diálisis. Por tanto, es fundamental tanto para la prevención de enfermedades como para el diagnóstico precoz y el seguimiento de las constantes vitales.
Los desfibriladores o los resucitadores pulmonares eléctricos que tantas vidas salvan cada año también son posibles gracias a los avances de la electromedicina. De hecho, esta disciplina es imprescindible en las funciones de ventilación y soporte vital, así como en los sistemas de administración de medicamentos y anestesia.
La electromedicina no solo sirve para desarrollar instrumentos de medición, sino también equipos de corrección y tratamiento, como los marcapasos o las neuroprótesis, que tienen el objetivo de mejorar la calidad de vida de los pacientes a largo plazo.
Además, ha desempeñado un papel clave en las intervenciones quirúrgicas. La electrocirugía y los electrobisturíes representaron un hito importante en el desarrollo de los procedimientos quirúrgicos ya que reducen el sangrado durante la cirugía, dañan menos los tejidos vecinos y permiten usar durante el procedimiento la misma solución empleada para la irrigación, una serie de ventajas que facilitan la rápida recuperación del paciente.
La electromedicina es una disciplina en la que confluyen diferentes ciencias, por lo que en el diseño y mantenimiento de sus dispositivos y sistemas intervienen distintos profesionales. Los ingenieros biomédicos, por ejemplo, son los principales encargados del diseño, planificación y desarrollo de los equipos, basándose en los principios y métodos de la ingeniería aplicados a la medicina y la salud.
Muchas veces los ingenieros biomédicos trabajan codo con codo en los equipos de diseño y desarrollo con físicos, biólogos e informáticos para integrar los avances de cada ciencia en equipos médicos más sensibles y modernos que den respuesta a las nuevas necesidades de la medicina.
En cambio, los técnicos de electromedicina se ocupan de las labores de instalación, validación, mantenimiento y reparación de los equipos de electromedicina, asegurándose de que funcionen correctamente en todo momento. A menudo también realizan tareas de configuración ya que es importante mantener actualizados los sistemas de electromedicina para que puedan detectar las nuevas patologías que se van descubriendo o sean capaces de proporcionar los tratamientos más avanzados.