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Laura Laderas reflexiona sobre su rotatorio de prácticas en el hospital

23 feb 2022

Laura es estudiante de 2º de enfermería y ha vivido su rotatorio de prácticas hospitalarias en un momento muy especial. Nadie podía estar preparado para una situación así, pero la experiencia vivida le ha aportado un amplio conocimiento para seguir creciendo como enfermera. Para ella “la verdadera enfermería son las prácticas” aunque la teoría es muy necesaria y se siente muy agradecida de la cantidad de prácticas que está desarrollando en su formación.

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“Por suerte o por desgracia, en este tiempo he conocido la que creo que es la peor parte de la enfermería. Trabajar en una planta COVID-19. Aun sabiendo a lo que me enfrentaba, ya que lo había vivido de primera mano en la atención extrahospitalaria, no me había preparado lo suficiente para lo que iba a tener que enfrentarme. Bueno, creo que nadie está preparado para esto, simplemente sobrevives el día a día.

Si empezamos por la parte positiva, que intento sacarle a esta experiencia, podría decir que he aprendido mucho con respecto al manejo del paciente complejo. Soy capaz de obtener, a lo que considero un alto nivel, información observando a mi paciente y su entorno más próximo. Además, soy capaz de adelantarme para dar una respuesta precoz, detectando todos los riesgos rápidamente y yendo no uno, si no dos pasos por delante de lo que pudiera necesitar la persona. Porque si no lo hacía así, significaba que quizás hasta dentro de bastante tiempo nadie iba a hacerlo, ni si quiera se iban a dar cuenta y tu paciente podía empeorar drásticamente. No íbamos a poder estar ahí para darle lo que necesitaba ya que en la mayoría de los casos ni si quiera podían pedirnos ayuda.

También he podido ver el trabajo multidisciplinar con médicos de muchas especialidades y variedad de pacientes, desde traumatología a oncología con sus cuidados y protocolos especiales, poniendo en práctica y observando diferentes técnicas, procedimientos y cuidados tanto de enfermería como de medicina que de otra manera no hubiera podido presenciar y aprender.

Dentro de este enfoque multidisciplinar, y más si cabe en pacientes tan complejos, ha cobrado para mi especial importancia la figura del técnico en cuidados auxiliares de enfermería. Para mí, los cuidados básicos del paciente son la base de la pirámide del cuidado, la atención y la humanidad hacia las personas. Y en este caso, las compañeras que desempeñan este papel son, en muchísimas ocasiones, nuestros ojos y oídos. No seríamos nada sin ellas. En situaciones críticas en las que se desahuciaba a un paciente, lejos de la medicación que te pauta un médico para el confort, lo más humano no es saber canalizar una vía venosa periférica, o realizar un sondaje, es darle la dignidad de estar limpio, de hablarle con cariño, el calor de un apretón de manos o una caricia y para eso están tanto TCAES como enfermería cuando el tiempo que tienen se lo permite.

La parte más negativa y dura es ver morir a las personas completamente solas, y en muchos casos, bajo mi consideración, tras un prolongado sufrimiento ya que todos los trámites y atención en planta COVID se demoran demasiado en el tiempo. No he visto actuar con ‘prisa’ en casos en los que con mi experiencia previa en la atención extrahospitalaria si se haría, lo cual me ha supuesto un duro choque mentalmente.

La peor parte de la enfermería es saber y no poder hacer. Es ver, y tener que dejarlo como está sabiendo que no está bien porque tienes 10 pacientes graves más y no puedes pararte a hacer lo que sabes que deberías hacer. Y ya no estamos hablando de priorizar preferencias o cuestiones irrelevantes, me refiero a priorizar entre las necesidades más básicas de un paciente. Es dejar a una persona orinada o defecada durante mucho tiempo, es no tener tiempo para ayudarles a comer, es no poder acercarles una botella de agua.

Nadie puede imaginarse ni comprender lo que puedo describir en esta reflexión hasta que no lo viva, ni tampoco nadie está preparado para vivirlo.

Las compañeras de la planta han realizado un esfuerzo sobrehumano para aguantar física y psicológicamente toda la pandemia atendiendo a una situación peor que la de una guerra, y aun así me han tratado con cariño y han intentado enseñarme todo lo que han podido. Porque, por desgracia, creo que muy poco hemos aprendido y avanzado en dos años de pandemia que llevamos, repercutiendo lo primero en las personas, pero casi al mismo nivel en los profesionales que están a pie de cama. Es importante ser capaz de trabajar de manera unificada y con protocolos para que todos los profesionales trabajen a una, no solo basando los cuidados por experiencia si no en la evidencia existente ya que la continuidad de cuidados es de especial importancia sobre todo en pacientes tan complejos.

Consideraba que mi nivel de empatía con los pacientes era muy alto, demasiado incluso, pero nunca me había roto a llorar como lo he hecho en este rotatorio de prácticas. No se me olvidarán jamás las miradas de terror de las personas viendo cómo se ahogaban, repito, solos. Me ha hecho darme más cuenta aun de lo vulnerables que son los pacientes en una habitación con la puerta cerrada, en ocasiones con contenciones mecánicas, o con una limitación física que no les permitía si quiera llamar al timbre.

Tenemos que ponernos muchísimo más en el lugar del paciente, evitar a toda costa no solo el paternalismo si no el sentimiento de superioridad sobre ellos generando una brecha profesional-paciente demasiado grande, solo por evitar complicaciones para nosotros. Fomentar la autonomía y el autocuidado cobra especial importancia para darle poder, seguridad y autoestima al paciente. Siempre es más rápido poner y cambiar un pañal, pero no se nos puede olvidar que esa persona en su casa no lo utilizaba y que, si nos pide por favor asearse en el baño, aunque nos lleve el doble de tiempo debemos hacerlo y respetarlo. La información y el empoderamiento del paciente es de vital importancia para la promoción de la salud y prevención de riesgo en los pacientes. No podemos considerar que no entienden lo que pasa si nadie se ha parado a explicárselo. El paciente es protagonista de su propia salud y enfermedades. No es solo un paciente, es tu padre, tu abuelo, tu hermano o tu mejor amigo.

Este último tiempo he podido disfrutar más de la planta ya que no eran pacientes infectados por COVID y no ha sido por no tener que usar EPIs (equipo de protección individual), ni por el riesgo hacia mi persona, si no por tener la oportunidad de hacer las cosas bien y poder dedicarles el tiempo y cuidados que requieren. He tenido tiempo para pensar, desarrollar planes de cuidados, estrategias, pasar más tiempo con ellos, desarrollando otras habilidades sobre todo enfocadas a la seguridad del paciente, las cuales me parecen de especial importancia.

En conclusión, ¿la realidad? La realidad es que la teoría es muy bonita, pero la práctica es verdaderamente enfermería.