
El turismo slow (o turismo lento) está marcando un nuevo rumbo en la forma de viajar y de gestionar negocios turísticos. Esta filosofía, que apuesta por experiencias auténticas y sostenibles, ofrece a las empresas del sector una vía para diferenciarse y responder a las expectativas de un viajero más consciente.
En el Doble Grado en ADE y Turismo de la Universidad Europea en Canarias, analizamos cómo esta nueva tendencia transforma la gestión empresarial. En este artículo, te explicamos qué es el slow tourism, por qué está revolucionando el sector y cómo aplicarlo a tu proyecto turístico.
El turismo slow surge como alternativa al turismo de masas y acelerado. Propone una manera de desplazarse menos apresurada, con estancias más largas y una atención especial a los detalles del lugar visitado. Su objetivo no es acumular destinos, sino disfrutar del proceso, entorno y contacto humano.
Se inspira en movimientos como el slow food y se apoya en valores como la sostenibilidad, la responsabilidad y la cercanía. Frente al turismo convencional, el slow tourism se caracteriza por:
Además de transformar la experiencia del viajero, el turismo lento favorece a las comunidades anfitrionas, ya que promueve un modelo de desarrollo más equilibrado y razonable.
La demanda de ofertas turísticas más respetuosas con el medioambiente y el ritmo personal no deja de crecer. En particular, las generaciones más jóvenes valoran propuestas alejadas del turismo convencional.
Según una encuesta de Condor Ferries, un 60 % de los millennials prioriza conocer la cultura local por encima del confort, y un 73 % está dispuesto a pagar más por opciones responsables con la naturaleza.
Algunos destinos que han apostado por el turismo slow están obteniendo resultados como:
Adoptar un modelo de gestión empresarial basado en el slow tourism no es solo una decisión ética, sino también estratégica. Las empresas que ya lo están aplicando, sobre todo hoteles y alojamientos rurales, han comenzado a transformar su propuesta de valor, alineándola con esta nueva sensibilidad del viajero. Pero, ¿cómo se traduce esto en acciones concretas?
Los hoteles que apuestan por este tipo de turismo crean experiencias que conectan a los huéspedes con la cultura local. Algunos ejemplos son:
Aunque pueda parecer contradictorio, la tecnología puede ser una gran aliada del turismo slow cuando se usa de manera inteligente. Permite optimizar la experiencia sin renunciar a la filosofía de la lentitud. Algunas herramientas clave son:
El turismo lento también plantea oportunidades para las agencias de viajes. Estas deben dejar atrás el modelo de itinerarios cerrados y acelerados, y ofrecer propuestas más flexibles, adaptadas al viajero que busca profundidad, no cantidad.
Los nuevos paquetes turísticos valoran la permanencia. Se priorizan experiencias en pocas regiones, bien seleccionadas y con margen para la improvisación o el descanso. Por ejemplo: sustituir los clásicos "7 ciudades en 10 días" por estancias en "3 regiones en 15 días" con actividades inmersivas.
Una de las razones del éxito del turismo lento es la colaboración con los actores locales. Las agencias que diseñan rutas con guías autóctonos, alojamientos familiares, restaurantes de barrio o productores artesanales ofrecen mayor autenticidad y, al mismo tiempo, distribuyen los beneficios de forma más equitativa.
En un contexto de sobresaturación digital, el conocimiento de los agentes de viaje vuelve a cobrar valor. No se trata de vender vuelos y hoteles, sino de recomendar rincones poco conocidos, experiencias especiales y vías alternativas de explorar un lugar. Esa personalización es precisamente lo que busca el viajero que puesta por ir más despacio.
La adopción del slow tourism es una realidad que ya está dando frutos en diferentes rincones del mundo. A continuación, comentamos algunos destinos y empresas que han sabido implementar esta filosofía estratégicamente:
El movimiento Cittaslow, nacido en Italia en 1999, agrupa a más de 280 ciudades de 33 países que promueven una vida más lenta, sostenible y humana. En España, localidades como Begur (Cataluña) o Bubión (Andalucía) forman parte de esta red, apostando por el comercio local, la movilidad suave y la conservación del patrimonio.
El norte de España ha sido pionero en integrar la lógica del slow tourism en su oferta de turismo rural. Iniciativas como Aldea Rural Couso Galán (Lugo) o La Quintana de la Foncalada (Asturias) han recibido reconocimiento por su respeto por el entorno, hospitalidad personalizada y recuperación del patrimonio local.
En el país vecino, Cerdeira – Home for Creativity ha convertido una aldea abandonada en un destino turístico basado en la sostenibilidad, la artesanía y la convivencia con la comunidad local. El proyecto combina residencias artísticas, talleres con materiales tradicionales y un modelo de gestión cooperativa.
Estos casos demuestran que el turismo lento puede ser rentable, escalable y capaz de generar valor más allá del beneficio económico inmediato.
El slow tourism plantea una forma distinta de gestionar empresas turísticas, con más atención al detalle, al entorno y a las personas. Para aplicarlo, hacen falta profesionales capaces de diseñar experiencias sostenibles, conectar con el territorio y responder a lo que hoy buscan los viajeros.
Formaciones como el Doble Grado en Administración y Dirección de Empresas (ADE) + Dirección Internacional de Empresas de Turismo y Ocio o el Grado en Turismo, ambas de la Universidad Europea en Canarias, preparan a quienes quieren impulsar un turismo más consciente, innovador y alineado con el futuro del sector.