En el campo de la psicología, existen diferentes tipos de terapias que los profesionales utilizan para tratar la salud mental de sus pacientes. Entre los años 80 y 90, surgió uno de estos grupos en Estados Unidos: las terapias de tercera generación, entre las que se encuentra la terapia de aceptación y compromiso.
A diferencia de las terapias de primera y segunda generación, centradas en combatir los pensamientos que causan malestar, las terapias de tercera generación buscan la aceptación a través del diálogo y el contexto. Como profesional de la psicología, el Máster en Psicología General Sanitaria en Madrid (que forma parte de los masters en Psicología de la Universidad Europea) son excelentes alternativas para lograr el bienestar de tus pacientes mediante las prácticas más adecuadas.
La terapia de aceptación y compromiso (ACT, por sus siglas en inglés) es una de las terapias de tercera generación más conocidas. Tiene como objetivo crear una vida rica y significativa para el paciente, aceptando el dolor como una parte inevitable. La ACT es un modelo de psicoterapia que cuenta con respaldo científico y que utiliza técnicas como paradojas, metáforas, ejercicios experimentales o terapia de mindfulness. En definitiva, se basa en la teoría de los marcos relacionales, por lo que se encuadra dentro de la cognición y el lenguaje, y en cómo este se aprende a través de la interacción con el entorno.
El lenguaje humano tiene el poder de transformar a las personas, pero también de producirles sufrimiento psicológico. Esta terapia trabaja con los significados del lenguaje, sus funciones y su relación con los eventos privados. En este sentido, la terapia de aceptación y compromiso es una muestra de que la intervención psicológica no tiene necesariamente que mitigar o eliminar los síntomas. También puede resultar útil para el paciente disponer de herramientas que le permitan convivir con el malestar y no obsesionarse con controlar todas sus vivencias.
Las terapias de tercera generación, entre las que se incluye la terapia de aceptación y compromiso, se centran en el paciente a nivel holístico. Buscan modificar el contexto y no la conducta. Es decir, su principal objetivo es educar al paciente y reorientar su vida.
Estas terapias se basan en la idea de que aquello que provoca malestar o ansiedad no son los eventos en sí, sino cómo nos relacionamos con ellos, vinculando nuestras emociones. No se trata de evitar aquellas cosas que nos causan sufrimiento. Al contrario, esta doctrina considera que aceptar nuestra propia experiencia mental y psicológica permite reducir la intensidad de los síntomas.
La ACT emplea diferentes principios que permiten que los pacientes desarrollen la flexibilidad mental necesaria para mejorar su bienestar psicológico y emocional.
No todos los trastornos psicológicos son iguales, y cada uno se trata de forma diferente en función de las necesidades del paciente. En el caso de la terapia de aceptación y compromiso, existen diversos estudios que indican su mayor uso en casos de:
La terapia ACT hace hincapié en la aceptación del paciente, algo imprescindible ante experiencias de dolor emocional, ansiedad, duelo o trastorno postraumático. Además, esta terapia busca potenciar el compromiso personal para tomar conciencia de conductas peligrosas para la salud.
La terapia de aceptación y compromiso pretende que el paciente sea capaz de entender y percibir su realidad y sus pensamientos, y cuestionar de qué manera influyen en su conducta o le perjudican.
A la hora de emplear esta terapia, es importante adaptarse al ritmo del paciente para que alcance su bienestar.