Durante mucho tiempo se consideró que el dolor era un síntoma netamente físico, pero con el paso de los años se ha apreciado que algunas personas sufren un dolor persistente que no responde al tratamiento médico y muestran un grado de discapacidad muy superior al que podría esperarse para su patología física, por lo que los investigadores han comenzado a considerar el dolor como un fenómeno complejo y multideterminado en el que también influyen los aspectos psicológicos.
De hecho, la International Association for Study of Pain define el dolor como “una experiencia emocional y sensorial desagradable, asociada a un daño tisular, real o potencial, o descrita en términos de ese daño”. Por esa razón, la psicología del dolor ya se estudia en muchos programas dirigidos a su manejo y prevención, como el curso en Terapia Manual Pediátrica.
La Psicología del dolor: qué factores intervienen
Para comprender el dolor es fundamental entender el fenómeno perceptivo que se encuentra en su base, el cual está compuesto por una fase sensorial de carácter fisiológico y otra psicológica. En un primer momento, los nociceptores captan el daño y envían esa información a través de distintos tractos espinales hasta la corteza cerebral. El cerebro es el encargado de procesar, integrar e interpretar esos estímulos mecánicos, térmicos o químicos para darles un sentido.
Por tanto, en la percepción y el significado que atribuimos al dolor intervienen factores psicológicos. Es decir, aunque la sensación de dolor no demanda una experiencia previa y aparece como respuesta a un daño tisular incluso en los bebés que se encuentran en el útero materno, a lo largo de la vida vamos estableciendo una serie de asociaciones vinculadas al dolor que terminan modulando tanto su percepción como su expresión.
Eso significa que las experiencias dolorosas del pasado pueden condicionar la experiencia de dolor actual. La Psicología del dolor también explica por qué las personas tienen distintos umbrales de dolor o incluso las variaciones personales en la percepción del dolor, las cuales dependen de factores como nuestras interpretaciones o estado afectivo.
Los principales factores psicológicos del dolor
- Aspectos cognitivos. La percepción del dolor no depende únicamente de nuestras experiencias pasadas, sino también de la interpretación de esas reacciones fisiológicas. Los pensamientos estresantes y de contenido catastrófico, por ejemplo, suelen agudizar el dolor y generar un estado de hipervigilancia que agrava el malestar general. Las ideas negativas sobre la enfermedad, su duración y persistencia también influyen en la intensidad del dolor. Incluso la forma en que afrontamos el dolor y el nivel de control que tenemos sobre las circunstancias determinan la intensidad del mismo.
- Aspectos emocionales. Algunos estados afectivos pueden intensificar el dolor. La ansiedad, por ejemplo, suele generar una tensión muscular que perpetúa o agrava el dolor. También se ha encontrado una relación entre el dolor crónico y la depresión. De hecho, en algunos casos el dolor es el primer síntoma de la depresión. El estrés, la frustración o las preocupaciones mantenidas a lo largo del tiempo también suelen agravar el dolor crónico.
- Aspectos conductuales. Algunas conductas de dolor son aprendidas. Mientras que las conductas de dolor respondiente son reflejas y provocadas por estímulos aversivos, también tenemos conductas de dolor operante en las que el comportamiento de respuesta al dolor ha sido reforzado. De hecho, algunas personas que sufren dolor crónico muestran patrones de “dolor aprendido”, el cual persiste incluso cuando el daño tisular ha desaparecido. Además, nuestra respuesta al dolor suele estar mediada por el aprendizaje observacional o el medio social; o sea, la manera en que las personas que nos rodean responden al dolor. También se ha apreciado que el apoyo social recibido influye en nuestra psicología del dolor, generalmente aliviándolo.
En resumen, el dolor es una experiencia compleja en la que no solo intervienen los mecanismos fisiológicos de la nocicepción, sino que también influyen los aspectos psicológicos del dolor. Por tanto, la Psicología del dolor es clave para su afrontamiento y manejo terapéutico, en particular para las personas que sufren dolor crónico.