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La osteointegración se ha convertido en una alternativa cada vez más interesante para reemplazar las piezas dentales perdidas o ausentes. Los avances en este campo también han hecho que el tratamiento con implante osteointegrado sea un procedimiento cada vez más frecuente, seguro y predecible, llegando a alcanzar elevadas tasas de éxito. Sin embargo, su resultado depende en gran medida del proceso de osteointegración.
La osteointegración es la conexión funcional y estructural directa entre el hueso vivo y la superficie de un implante endoóseo cargado funcionalmente. Es un proceso biológico mediante el cual el implante dental se une e integra al tejido óseo. Como resultado, se produce una unión directa y estable.
De hecho, el principal beneficio de la osteointegración es que proporciona una fijación fuerte que permite recuperar la plena funcionalidad mientras reduce cualquier tipo de molestia, incomodidad o movimiento de las piezas causado por la ausencia de los dientes.
La primera etapa del tratamiento con implante osteointegrado comienza con la colocación quirúrgica del implante dental en el hueso maxilar, el cual sustituye la raíz natural del diente. Posteriormente comienza el proceso de osteointegración, un periodo de cicatrización del implante en el que se produce una unión a nivel molecular del titanio o el circonio con la estructura ósea.
En práctica, la inserción del implante en el proceso alveolar desencadena una serie de fenómenos cicatrizantes, como la necrosis y la posterior reabsorción de la zona ósea traumatizada alrededor del cuerpo del implante, lo cual da lugar a la formación de hueso nuevo que reforzará la unión del implante.
El proceso de osteointegración, hasta que la pieza se encuentre totalmente integrada con el tejido óseo, suele durar entre 3 y 4 meses para el maxilar inferior y entre 4 y 6 meses en el caso del maxilar superior. No obstante, la cicatrización del alveolo y la progresiva sustitución por tejido óseo dura entre 4 y 6 semanas, si bien la remodelación definitiva tarda mucho más.
Cabe aclarar que hace años la cicatrización de los implantes dentales en el hueso alveolar tomaba como referencia unos periodos de cicatrización de varios meses con el objetivo de establecer un contacto directo del hueso con el implante a nivel histológico. Sin embargo, en los últimos tiempos se han reducido los periodos de cicatrización usando sistemas de implantes más modernos que mejoran la rehabilitación prostodóncica de los pacientes con una carga funcional precoz.
En la actualidad, las técnicas de osteointegración más avanzadas permiten proporcionar una prótesis con dientes fijos sobre implantes dentales pocos días tras su colocación. De esta manera se promueve un proceso de osteointegración dinámica en el que el implante recibe la carga mientras se va produciendo el proceso de osteointegración.
Una vez se ha producido la osteointegración del implante dental y se constata el sellado gingival sobre el cuello del implante, se pueden colocar las coronas o prótesis dentarias. La estabilidad del implante será el factor de éxito más importante para la osteointegración.
La estabilidad primaria depende de numerosos factores, entre ellos la densidad ósea y la estructura trabecular del hueso, pero también de la técnica quirúrgica utilizada, así como del número y el diseño de los implantes y su distribución en la arcada dentaria. En cualquier caso, la clave consiste en lograr que el implante no altere su estabilidad primaria por la unión entre su superficie y el hueso circundante. Mantener esa estabilidad a largo plazo propiciará una unión biológica entre el cuerpo extraño del implante y el tejido del huésped, la cual garantizará el éxito del tratamiento.
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