La tecnología de microarrays se basa en el estudio de miles de genes al mismo tiempo. Gracias a ella, es posible realizar análisis genéticos con tan solo una pequeña muestra de ADN o ARN. Se trata de una metodología puntera e innovadora, que se espera que permita ganarle la partida a las enfermedades genéticas y crónicas.
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En primer lugar, debemos entender que los microarrays son una herramienta clave para la biología molecular, pues resultan de gran ayuda en la detección de moléculas de ADN o ARN. Su aplicación permite agilizar procesos dentro de los laboratorios de genética molecular.
Todo empieza con una pequeña cantidad de ADN o ARN, depositada en una base de vidrio, que se pone en contacto con el chip. Gracias a los robots de precisión, es posible colocar cada molécula en su lugar correspondiente, para que se hibride el material genético. Esto genera un patrón de luz que la máquina es capaz de detectar para generar la información correspondiente.
En resumen, los microarrays nos permiten acelerar el proceso de detección genética, además de obtener una mayor precisión, sin tener que recurrir a otros utensilios. En los últimos años, se han producido grandes avances en cuanto a la calidad y las aplicaciones de los microarrays, lo cual los ha consolidado como una herramienta imprescindible en genética.
Al tratarse de una tecnología tan innovadora, siguen apareciendo nuevas aplicaciones constantemente. Sin embargo, existen tres usos bastante consolidados:
Dado que las muestras de ARN son muy inestables, los tejidos que se emplean para su estudio con microarrays deben ser frescos o congelados. Una vez obtenida la muestra, se transforma el ARN en ADN para obtener la información genética deseada mediante la luz láser de la máquina donde se introduce el chip.
Debido a que este proceso no es fiable en el 100 % de los casos, deben llevarse a cabo experimentos “en competición”. Para ello, se introducen dos muestras de ADN de tejidos en un mismo microarray, de tal forma que se puedan comparar los resultados de ambas muestras, además de reducir a la mitad el número de microarrays necesarios.
Por último, el microarrays se introduce en el escáner láser para obtener dos imágenes. Dependiendo de la intensidad de la luz, se obtendrán resultados diferentes tras estudiar las muestras con un software especial. Las imágenes pueden adoptar un color rojo, amarillo o verde, y las formas de estas manchas de colores determinan la carga genética de cada muestra. De esta forma, los científicos son capaces de interpretar los resultados obtenidos.
A pesar de su reciente aparición, los microarrays ya se están consolidando como una herramienta útil para la genética humana. No obstante, esta tecnología mejora a diario y la mayoría de los problemas que todavía presentan se irán resolviendo en los próximos años.
Hasta la fecha, el campo en el que más se utilizan los microarrays es la oncología, debido a la gran utilidad de esta herramienta para la detección y predicción de tumores. No obstante, otros campos de la medicina, como la cardiología, la neumología o la reumatología, también han comenzado a introducir esta tecnología.
En cuanto a los retos que plantea, destaca la confianza excesiva en ella. A pesar de tratarse de un sistema puntero en el sector, durante el proceso se evalúan tal cantidad de hipótesis simultáneamente que pueden llegar a generarse resultados falsamente significativos.
Por el momento, deben emplearse técnicas complementarias para contrastar los resultados obtenidos antes de adoptarlos como válidos. Por este motivo, los microarrays se emplean fundamentalmente para investigación, aunque no tardarán en empezar a utilizarse para el diagnóstico o la evaluación de riesgo de pacientes.
No cabe duda de que los microarrays se convertirán en una de las herramientas más útiles para la medicina en un futuro cercano. Si te interesa este campo, la Universidad Europea ofrece una gran variedad de carreras en Ciencias de la Salud entre las que podrás elegir la que más te guste.