La grafomotricidad hace referencia al ejercicio (perceptivo y motor) que realizamos con nuestro cuerpo al escribir o dibujar. Este término se basa en la estimulación de las habilidades motoras finas. Es decir, aquellas que están relacionadas con los grupos musculares pequeños e implican un dominio total (o casi total) de los movimientos.
Los objetivos de la grafomotricidad infantil son que el niño o la niña adquiera las destrezas para expresar sus conocimientos y pensamientos por medio de representaciones gráficas (escritura y pintura), a la vez que alcanza una mayor precisión y coordinación a la hora de mover su antebrazo, muñeca, mano y dedos.
Además, ayuda a prevenir las dificultades grafomotoras como, por ejemplo, una postura corporal incorrecta, una prensión del lápiz inadecuada, la discriminación visual o la disgrafía, entre otros.
El desarrollo grafomotriz es algo que se aprende de manera progresiva, a base de práctica y a lo largo de la vida. Comienza con la realización de trazos libres y, poco a poco, conforme el niño o la niña se va familiarizando con la orientación espacial y el uso de utensilios básicos, se van introduciendo ciertas pautas y trazos dirigidos.
En la tabla que encontrarás de seguido te explicamos las diferentes etapas de la grafomotricidad y cómo es su evolución habitualmente en un niño o una niña desde los 0 hasta los 6 años:
El niño o la niña es capaz de coger un objeto (lápices o ceras) y realizar trazos, aunque estos no siguen un orden ni tienen un sentido.
Sus movimientos se caracterizan por ser impulsivos y descontrolados, ya que mueve todo el brazo y no existe una coordinación ojo-mano.
Hace los primeros garabatos (barridos) y círculos.
El niño o la niña comienza a ejercitar la articulación del codo mediante movimientos de flexión y extensión de brazo. No observa lo que hace.
Desarrolla un mayor control en los movimientos de muñeca y en el agarre de utensilios con los dedos. Realiza trazos independientes. Sigue la mano con la mirada mientras dibuja.
El niño o la niña observa lo que dibuja e intenta controlar el movimiento de la mano (coordinación ojo-mano). Empieza a no salirse del papel y a combinar los colores. Pone nombre a lo que dibuja, aunque inicialmente no tenga mucho que ver lo que ha hecho con lo que dice que es.
Se trata de la etapa preesquemática. El niño o la niña se para a pensar qué es lo que va a dibujar antes de empezar. Las figuras, poco a poco, van adquiriendo detalles y tornándose más realistas.
A la hora de dibujar, el niño o la niña distribuye el espacio de una forma un tanto desorganizada. El tamaño de las figuras (personas, objetos, etc.) se corresponde con la importancia que les da a esas cosas. Existe un vínculo entre sus emociones y los colores que utiliza.
Además de ser fundamental para escribir y dibujar, la grafomotricidad ayuda a incrementar otras habilidades manuales y a perfeccionar la precisión que, a veces, se requiere para llevar a cabo determinadas tareas.
Por esta razón, y especialmente cuando se trata de niños o niñas, se recomienda reforzarla a través de diferentes vías como, por ejemplo:
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