- “La IA puede democratizar el aprendizaje si va unida a políticas inclusivas”, destaca Paloma Velasco, decana de la Facultad de Educación, Ciencias Jurídicas y Humanidades de la Universidad Europea
- “Plataformas adaptativas, traducción automática o tutorías virtuales pueden mejorar la calidad del aprendizaje en contextos con menos recursos, pero también existe el riesgo de ampliar la brecha si no se garantiza el acceso”

La revolución tecnológica impulsada por la Inteligencia Artificial ha llegado también a las aulas, con promesas de personalización del aprendizaje, accesibilidad mejorada y nuevos modelos de enseñanza. Pero, también surgen dudas acerca de si puede la IA realmente reducir las desigualdades educativas o corre el riesgo de ampliarlas. “La IA bien empleada puede ser una aliada del ODS 4 y ayudar a garantizar una educación de calidad, inclusiva y equitativa, pero si no se acompaña de políticas públicas, acceso universal a la tecnología y formación para los docentes, puede aumentar las brechas ya existentes”, explica Paloma Velasco, decana de la Facultad de Ciencias Jurídicas, Educación y Humanidades de la Universidad Europea.
Velasco defiende que “plataformas adaptativas, sistemas de tutoría virtual o traducción automática permiten acercar contenidos de calidad a estudiantes en entornos rurales o desfavorecidos, pudiendo así reducir las barreras territoriales, lingüísticas o culturales”. También destaca su utilidad en la personalización del aprendizaje, especialmente para alumnado con discapacidad o necesidades educativas específicas. “La IA nos ayuda a identificar patrones, a adaptar contenidos y a optimizar el tiempo. Eso puede marcar una diferencia real en contextos con menos recursos”, afirma.
Sin embargo, también advierte de los riesgos. El primero, el más evidente, es la brecha digital. No todos los estudiantes tienen acceso a dispositivos o conectividad. A ello se suma la llamada “brecha algorítmica”, provocada por sistemas entrenados con datos sesgados, que pueden perpetuar estereotipos y excluir a ciertos grupos. Y hay un tercer riesgo, “la tentación de sustituir el acompañamiento humano por herramientas automatizadas, lo que debilitaría habilidades fundamentales como la empatía, el pensamiento crítico o la creatividad”, advierte.
Para hacer frente a estos desafíos, la decana de la Facultad de Ciencias Jurídicas, Educación y Humanidades de la Universidad Europea insiste en la formación del profesorado como pilar clave. “El docente debe convertirse en mediador y curador de experiencias. Hay que formarles en alfabetización digital, fundamentos de IA, ética y protección de datos. Pero también en algo que la tecnología no sustituye como son las competencias socioemocionales, el pensamiento crítico y la capacidad de inspirar al alumnado”, afirma.
Velasco defiende que la Inteligencia Artificial no debe concebirse como una amenaza al papel del profesorado, sino como una oportunidad para reinventar la educación. “No se trata de elegir entre tecnología o docentes. Se trata de construir juntos un ecosistema educativo más humano, más justo y conectado con los retos de nuestro tiempo”, concluye.