Space Debris :: Constelaciones de desechos, se enmarca en una investigación artística que analiza y evidencia el descomunal enjambre de residuos espaciales que gira alrededor de la Tierra en sus cuatro órbitas principales. Apoyándose en datos extraídos de fuentes científicas, identifica las once potencias responsables de la acumulación exponencial de deshechos espaciales, clasifica y categoriza los datos, y muestra cómo está distribuida en el Cosmos toda esta constelación de desechos espaciales. Un tipo de contaminación, invisible a nuestros ojos, pero real y amenazadora.
Se trata de un proyecto de la artista visual Esther Pizarro, profesora e investigadora de la Universidad Europea y cuya línea de investigación principal está centrada en evidenciar emergencias medioambientales mediante el lenguaje artístico. “Me interesa hacer visible lo invisible, utilizar los datos como evidencia científica decodificándolos para volverlos a codificar en una nueva narrativa, y apoyarme en el lenguaje instalativo para generar una experiencia perceptiva en el espectador que le genere interrogantes sobre el tema tratado”, afirma.
La exposición se articula en torno a tres ejes. El primero, el conceptual, revela los datos recabados de fuentes científicas y elabora unos gráficos que ayuden a su comprensión. Cada país ha sido clasificado en base a las cuatro órbitas terrestres, LEO, MEO, GEO y HEO; y en torno a las tres principales categorías de basura espacial: debris, rocket body y payload. El segundo eje, y el principal, está constituido por una gran instalación tridimensional e interactiva que interpreta el espacio exterior y sus cuatro órbitas principales. Por último, el eje documental contextualiza esta problemática mediante la proyección “Time to act”, de la European Space Agency (ESA).
Según destaca la artista: “La conquista espacial ha generado grandes avances en nuestro Planeta, ahora es tiempo de actuar, de asumir responsabilidades y de evitar este crecimiento exponencial de contaminación espacial. Una mirada desde el pensamiento disruptivo que el arte propone a uno de los grandes retos del siglo XXI, cómo controlar la contaminación que producimos”.
©fotografía: Markus Schroll