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Medicina y Salud
22 nov 2022

El papel del eje intestino-cerebro en el binomio salud/enfermedad

Editado el 22 Nov. 2022
eje-intestino-cerebro

En los últimos años, se ha puesto de manifiesto el papel de la microbiota del tracto digestivo en el sistema nervioso central y viceversa, una relación compleja que se mantiene a través del eje intestino-cerebro. De hecho, esta conexión está llamando cada vez más la atención de los científicos, ya que podría explicar algunos de los trastornos neurológicos más frecuentes. Sin duda, programas como el máster en Microbiota Humana, incluido dentro de nuestra oferta de masters en Nutrición, ayudan a comprender la relación entre intestino y cerebro, así como su papel en diferentes enfermedades para perfilar estrategias terapéuticas más eficaces.

Composición y funcionamiento del eje intestino-cerebro

El eje intestino-cerebro es una vía de comunicación bidireccional que garantiza la homeostasis gastrointestinal e influye tanto en nuestro estado emocional como en las funciones cognitivas. Está formado por la microbiota intestinal, el sistema nervioso entérico, el sistema nervioso autónomo, el sistema nervioso central, el sistema neuroendocrino y el sistema neuroinmune.

Los componentes del eje intestino-cerebro se relacionan a través de diferentes vías de comunicación, como el nervio vago, el sistema circulatorio y el sistema inmune, según señaló un estudio publicado recientemente en la revista Neurología.

Dichos investigadores explican que “las señales que llegan al sistema nervioso central procedentes de la microbiota pueden ser a través de la estimulación directa del vago desde el sistema nervioso entérico; gracias a la producción de metabolitos como los neurotransmisores, hormonas o metabolitos como los ácidos grasos de cadena corta”. No obstante, también pueden llegar señales del sistema inmune, que se activa por la microbiota y libera citocinas que influyen en la actividad del sistema nervioso central.

El rol del eje microbiota-intestino-cerebro en el desarrollo de enfermedades

La comunicación adecuada entre los diferentes componentes del eje intestino-cerebro contribuye a mantener una buena salud a lo largo de la vida. No obstante, en la relación entre intestino y cerebro intervienen numerosos factores, desde la dieta que sigamos y nuestro nivel de actividad física hasta el entorno donde vivimos, las relaciones sociales, el estrés al que nos sometemos o los medicamentos que consumimos.

A medida que se profundiza en el funcionamiento del eje intestino-cerebro, los científicos empiezan a comprender mejor la relación entre la microbiota y las enfermedades neurodegenerativas. De hecho, los estudios realizados en animales han demostrado que la microbiota es esencial para un desarrollo cognitivo adecuado.

Cuando se produce una disbiosis, se afectan las concentraciones de moléculas esenciales para el funcionamiento del sistema nervioso central, lo cual podría desencadenar problemas psicológicos y del comportamiento, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, la ansiedad, el trastorno bipolar o la depresión. También se sospecha que la disfunción del eje intestino-cerebro tenga un papel relevante en la etiología de las enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson y el Alzheimer, según señaló un estudio realizado en la Universidad Estatal de Luisiana.

De hecho, una investigación del Instituto Karolinska indicó que la microbiota interviene en la síntesis de péptidos que sirven como moléculas de adhesión para las células, pero, en ocasiones, esas moléculas pueden causar una autorreactividad y desencadenar una reacción que dañe las propias estructuras nerviosas. No es casual que las alteraciones en la microbiota intestinal también se hayan vinculado a problemas en el funcionamiento del sistema inmunitario, por lo que podrían ser la causa de algunas alergias o enfermedades autoinmunes.

Por último, se debe tener en cuenta que como el eje microbiota-intestino-cerebro tiene un carácter bidireccional, las situaciones de estrés y los estados emocionales negativos influyen en la función del intestino y en la comunicación que se establece entre los microorganismos y los sistemas homeostáticos, por lo que termina afectando la composición de la microbiota.

Aunque todavía queda mucho camino por andar para comprender por completo la relación entre la microbiota intestinal y el cerebro, cada vez resulta más evidente que una alteración en el eje intestino-cerebro tiene repercusiones en nuestra salud física y mental.